Ruben Rada y Eduardo Mateo tenían un ritual que repetían todos los veranos: después de vagar por las noches uruguayas, se iban a la playa cuando comenzaba el día y se tiraban a la arena a mirar fijo al sol. “Yo a la media hora bajaba la vista porque no aguantaba más. Y él se quedaba ahí como dos o tres horas mirando el sol”, recuerda Rada. La escena podría situarse a mediados de la década del '60, el periodo en el que Rada y Mateo constituyeron una virtuosa dupla creativa que tuvo su apogeo en El Kinto, el supergrupo uruguayo que sentó las bases del candombe beat. Al calor del hippismo como fenómeno contracultural a nivel global, Uruguay experimentaba también sus propios festivales en contra de la sociedad de consumo y alrededor de la canción beat. Lo hacía a su manera, con su lógica, su identidad, su carácter y su presupuesto.

“Festejábamos los cumpleaños con Mateo con la famosa bebida americana y refuerzo (sandwich) de mortadela”, grafica Rada sobre aquellos años '60. Y luego sintetiza con una frase inapelable: “Inventamos el candombe beat a pan y mortadela. Porque para comprar queso no había”. Ruben Rada, uno de los artistas más relevantes y originales de la música popular uruguaya, cumplió 80 años en 2023 y lo celebrará en Buenos Aires con un espectáculo que recorrerá gran parte de su carrera musical, con especial acento en tres bandas eternas: El Kinto, Totem y Opa. El lugar elegido para la celebración está a la altura de las circunstancias: será el viernes 10 de mayo a las 21 en el Luna Park (Madero 470).

Si bien Rada tocó en todos los rincones y espacios del país, esta va a ser la primera que se presente solo en el Luna. “En el Luna siempre estuve en la nuca de alguien, acompañando a algún cantante. Nunca como Rada solo. Toqué en todos los teatros menos ahí”, revela. “Tengo vértigo pero estoy súper contento. Voy a presentar un espectáculo que ya hice acá en un Uruguay el año pasado durante cuatro funciones en el teatro Sodre”, dice a través de una videollamada. En esos conciertos, Rada estuvo acompañado de artistas uruguayos y argentinos como Laura Canoura, Los Auténticos Decadentes, Facundo Balta, Samantha Navarro, Julia Zenko y sus hijos Matías, Julieta y Lucila, todos nacidos en la Argentina. “En el Luna voy a hacer el mismo espectáculo pero con invitados argentinos”, cuenta y prefiere no adelantar ninguna sorpresa.

-¿Qué representa tocar con tus hijos en el escenario?

-Me da una alegría bárbara porque yo vengo de una familia donde por cinco generaciones ninguno fue al Liceo (la secundaria), todo el mundo fue a laburar. Y un buen día Matías le dijo a mi mujer: "Mamá, yo ya toco la guitarra, no quiero seguir en el Liceo". Y Patria le dijo: "Bueno, cuando termines el Liceo hablamos". Lo cortó de raíz. Todos terminaron la secundaria y para mí fue un éxito grandioso. Y después, que suban al escenario y canten conmigo es una gran alegría. Matías se abrió camino muy bien. Durante tres o cuatro años estuvo en la Argentina tocando con Illya Kuryaki and the Valderramas, con Peyote Asesino y con Martín Buscaglia. A Lucila le gusta más la televisión, actuar. Hace teatro acá. Y ahora Julieta está en Nueva York grabando un disco de viejas canciones de candombe.

-¿Cuáles son tus primeros recuerdos en la Argentina?

-Las primeras visitas fueron cuando tenía 10 u 11 años en el Teatro Nacional, en la calle Corrientes. Vine con un grupo de tamborineros uruguayos. Después volví con Los Shakers, pero un productor dijo: "El negrito no va". "No va porque no da ni John, ni Lennon ni Ringo ni nada". No pude tocar pero vine igual. Ahí me quedé en Buenos Aires y me puse de nombre artístico Aros Rada. Andaba en la calle y cantaba en un programa que se llamaba Ritmo y Juventud, en Canal 11. Los Shakers se ponían gorras y me acompañaban al programa, porque yo había trabajado con Hugo y Osvaldo durante muchos años en un grupo que se llamaba The Hot Blowers. En el disco de Richie Silver yo canté una canción con ellos. En el programa me decían que les encantaba cómo cantaba. Después me fui un tiempo a Estados Unidos y volví en 1971 cuando estrenamos el musical Hair, con Valeria Lynch, Fontova, Mirta Busnelli y un montón de gente conocida. Estuve como seis meses. Ahí me gané un dinerito y me llamaron de Uruguay para hacer la banda Totem.

-¿Y qué pasó?

-Con Totem vinimos a tocar a Argentina al BA Rock en 1971 y nos tiraron de todo. ¡Fue algo espantoso! Porque después de nosotros venían Pescado Rabioso y Vox Dei. "¿Y estos tipos quiénes son?", se preguntaba el público. Nosotros tocábamos candombe rock. En la Argentina no había llegado nada de eso todavía. No había llegado nada que no fueran Los Shakers y Los Iracundos. Bueno, me fue muy mal. Después tocamos en el Teatro IFT y nos fue bien porque la gente fue a escuchar a Totem. Ahí terminó la historia y volví a irme. Siempre voy y vengo a la Argentina. Recién en 1979, cuando grabé con La Banda la canción "Rock de la calle" y le fue bien, me di cuenta de que había una posibilidad con la música. Y me quedé doce años en la Argentina.

-¿A Eduardo Mateo lo conociste cuando formaron El Kinto (1967-1970) o lo conocías de antes?

-Mateo ya era un guitarrista conocido y muy querido en Uruguay. Tocaba en un lugar que se llamaba Orfeo Negro y tenía un grupo que se llamaba Los Malditos. Y ya había compuesto esa canción famosa, "Príncipe azul", con Horacio Buscaglia. Una canción musicalmente hermosa. Un día en una calle cualquiera me lo encontré a Mateo -yo estaba con The Hot Blowers en ésa época- y me dijo que nos juntáramos. Me dio la dirección de la casa y a partir de ese día nos juntamos durante cuatro años a componer canciones. Todas las mañanas iba a la casa de él y tomábamos mates. Mate solo porque no había un mango ni para el bizcocho. No teníamos grabador para registrar las canciones. Entonces, componíamos temas y al otro día yo le decía: "Mateo, vamos a hacer la canciones que hicimos ayer". "¿Cuál? Vamos a hacer otra", me respondía. Componíamos todos los días y no había nada anotado ni grabado. Habremos hecho setenta canciones. Quedaron diez o veinte que se conocen.

-¿Se olvidaron las otras o quedaron perdidas?

-No es que quedaron perdidas. Supongo que Mateo habrá seguido componiendo, y de repente le habrá venido una música y aparecido reminiscencias de lo que habíamos hecho. La música ronda en la cabeza. Con Mateo hicimos "Heloísa", que después la grabé con Totem. Millones de cosas hicimos con Mateo.

-Mateo aparece todo el tiempo en la voz de referentes uruguayos como vos, Fernando Cabrera o Jaime Roos. ¿Por qué es tan esencial su figura para la música uruguaya?

-Porque Mateo fue nuestro John Lennon. Si hubiera nacido en Inglaterra, habría sido un Beatle más. Por la forma de componer, la forma de tocar la guitarra, de armonizar. En ese momento estaban Hugo Fattorusso y Eduardo Mateo, que eran los que hacían sonar de una manera dulce. Horacio Buscaglia siempre decía: "¡Qué sponsor la muerte!". Si hubiera vivido treinta o cuarenta años más, quizá no pasaba nada. A Mateo yo lo consideraba un compositor y cantante pintor. Porque los grandes pintores, como Dalí, Van Gogh o Picasso, se hicieron famosos después de muertos. Mateo dejó una escuela. Fue el creador de la música moderna en español. Aquí se llamó canto popular, pero nosotros lo llamábamos candombe beat porque se tocaba el candombe con tumbadora y guitarras eléctricas, y el candombe en Uruguay se toca con una guitarra acústica y tambores, nomás. Así se tocaba en las comparsas. Nosotros tocábamos sin tambores. A los negros de acá no les gustaba lo que hacíamos, decían que eso no era candombe. Y tenían razón. Tenía el compás y el ritmo de candombe, pero faltaban los tres tambores.

El repertorio que Ruben Rada brindará en el Luna estará atravesado por un sentir histórico. Entre sus obras más conocidas, no faltarán canciones de discos clásicos como La Banda (1979), Adar Nebur (1984), Montevideo (1996), el consagratorio Quien va a cantar (2000) y el notable Tango, milonga y candombe (2014). La evolución del candombe beat, expresada en El Kinto, Totem y Opa, tendrá un rol central en el espectáculo. “Nosotros hicimos Totem pensando en hacer el candombe rock y teníamos un par de temas muy parecidos al estilo de rock que después hizo Santana”, dice Rada desde su casa de Montevideo. “Los bailes eran increíbles cuando tocábamos. Era como ir a ver a Sui Generis o Seru Giran... ¡Se venían abajo los lugares!”, recuerda el cantor, compositor y percusionista sobre el grupo que compartió con Eduardo Useta, Eduardo Rey, el Lobito Lagarde y Roberto Galletti.

A mediados de la década del '70, los hermanos Hugo y Osvaldo Fattoruso junto a Ringo Thielmann crearon en Estados Unidos un grupo que logró fusionar el candombe con el jazz, Opa. “Después de grabar su primer disco, Goldenwings (1976), me mandaron a buscar, yo estaba en Alemania cantando en inglés, francés, alemán. Habían grabado dos canciones mías y querían grabar el segundo disco de Opa. Entonces, me fui para Nueva York y empezamos a grabar el segundo disco, Magic Time (1977)”, recuerda Rada, quien además de aportar composiciones, le sumó al grupo la fuerza de su voz y su capacidad rítmica. Lo más reciente del uruguayo es el disco de versiones Candombe con la ayudita de mis amigos (2023), con invitados de la talla de Fito Páez, Fernando Cabrera, Pablo Milanés, Julia Zenko, Adriana Varela, José Luis Perales, Armando Manzanero, Coti y Sebastián Teysera. “Quise hacer cantar a mis amigos y mostrarle a la gente que cualquier canción que esté en cuatro puede ser tocada en candombe”, resalta.

-Sos un referente y difusor de la cultura afro. ¿Por qué te parece importante poner en contexto los orígenes del candombe?

-El candombe viene de África. El único problema es que nosotros no sabemos de dónde venimos. La mayoría de los negros que llegaron acá a Uruguay los traían los portugueses. Pero los portugueses levantaban gente por todos lados. Y no sabemos si venimos de Monrovia, Angola, Mozambique, todas las colonias portuguesas. Pero también había negros que hablaban francés. Los negros no venían con documentos, porque eran esclavos. De hecho, los negros tenemos el apellido de nuestros patrones. Silva, por ejemplo, hay millones acá en Uruguay. Porque Silva es una familia estanciera que compraba negros. Entonces, yo reivindico a esa gente que vino y que nos dejó eso tan preciado. Y que a mí me dio la bendición de poder hacerlo, de tener la facilidad de componer un candombe en cualquier momento. El candombe está adentro de mí. La milonga y el tango también.

Foto: Guadalupe Lombardo

-¿Y el candombe es un estilo que está visibilizado en el mundo y que tiene el reconocimiento que merece?

-No. Si yo grabara un disco de candombe en inglés, le pondría The New Old Rhythm, porque es un ritmo viejo que nadie conoce; entonces, es nuevo musicalmente. El candombe es un ritmo que la gente no conoce. Se conoce el chachachá, el merengue, la bachata, el reggaetón, pero no se conoce el candombe en el mundo. Y para mí el candombe es el ritmo madre. El tango se conoce en el mundo porque lo cantaron los blancos…

-Cuando se mencionan a los pilares de la música popular uruguaya aparecen Mateo, Roos, Hugo Fattoruso y vos. ¿Eso te genera una presión extra?

-Me siento feliz de estar entre los cien mejores artistas latinoamericanos. Por eso sigo grabando canciones. Tengo para sacar como cinco discos en este momento. Si no existieran los conciertos en vivo habría muy pocos músicos componiendo y grabando, porque Spotify es como una lotería. Ahora estoy en un momento de apuro. Uno se da cuenta que la vida es corta cuando te dicen que tenés colesterol, hipertensión y tal cosa. Entonces, empiezo a apurarme a componer y hacer cosas nuevas. Hacer cosas que no hice por creerme que el tiempo era infinito. Así que compongo canciones todo el día. Cuando yo me vaya van a aparecer muchos discos míos.